Víctimas y culpables

 

Víctimas y culpables

 

¿A qué no arrastras a los mortales corazones, impía sed del oro?

Virgilio.

 

Israel, violenta y anárquica en la fe

es un poema sin Dios.

Gaza (agazapada)

en su venganza de intifadas

es un poema sin Dios.

Siria, bajo holocaustos de guerrilla indiferente

es un poema sin Dios.

La muerte estalla en las comisuras

de un terror impiadoso, incandescente:

Los infiernos tiranos que van a dar a la mar.

La tierra prometida sin promesas.

¿Dónde nos será dado encontrar la paz

si cada día se apaga,

en una suerte de música de orquesta interrumpida,

el sonido de millares de plegarias,

templadas al calor de vanas oraciones de poetas

que han cruzado información silenciosa

con hormigas y búhos en secreto?

Mis colegas

reemplazarán con falso pudor

la voz del escenario;

tal sacrílegos heraldos nihilistas

ornarán sus liras acaudaladas

con encargos de génesis de castas.

Herejes por opción de conveniencia

del rey de monarquías nauseabundas

cantarán su dolor como juglares

amancebados a la rancia nobleza de una estirpe;

abrumando con ayes de apariencias mentidas,

la sanguina del mundo

irán timando

la inocente mirada del no nato

campeón de mediaciones macedónicas.

Supongo, en forma retroactiva,

sin permiso en el disenso,

que saben que matar es un pecado.

Supongo, que no importa,

que obedecen

a una sed insalvable y decadente,

bruno afán peligroso de altas cumbres,

del dictado de ángeles caídos.

Supongo, ¿cómo he de decirlo sin iracundia?

que su hastío les demanda

emergencia de fama y de conquista,

un éxito de henchidas billeteras

que los prevenga del frío del invierno.

A esos jueces penales los declaro culpables.

 

Culpables de omisión y abatimiento.

Culpables de callar lo que aún ignoran.

Culpables de saber lo que han prohibido.

Culpables de sembrar adivinanza

en la cruda certeza de los ritos.

Culpables de los duelos, de las bombas,

Culpables del resumen

de misterios ateos, indigentes,

bajo llave.

Culpables por la rabia a toda vela

que embiste

en la hecatombe de sábados calientes

(de furia matan las perras).

Culpables de la Muerte que fue Vida.

Culpables

de arrollar con sus potros caballares

y sus cábalas de tonto jeroglífico

la mansa incertidumbre de los santos.

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