Tan cierta, tan real...
Tan cierta,
tan real…
Tan cierta, tan real, tan bien forjada
la tristura que envuelve con su velo.
Un fraternal abrazo
en la ciudad mordaza,
como esa alquimia vieja
que revela
su falta de promesa,
en la ampollada
potencia universal que el alma atisba.
Degeneran las cosas
si se llevan a un punto sin rigor
en el debate.
Los márgenes torcidos
representan
los mudos escarceos del amante.
No querer ser abeja
ni abejorro.
No querer ser malvón
ni ser caléndula.
Solo estar a tu lado en la mirada.
Demasiadas palabras nos asisten
y el peso del tirano nos acecha.
Rezar
es vulnerar todo silencio;
llorar
es alcanzar las evidencias.
-Si hay celos no hay herrumbre-,
me dijiste.
-La acción es terca y pobre-
te decía.
La parte superior
se contonea
con músculos que roen
el deporte
de andar muriendo en cada negra boca
cuando uno busca razones
con qué justificarse.
En la mesa del bar había
dos copas,
un roto cenicero con colillas,
un mantel con zurcidos y botellas,
un nudo en la faringe,
algunas servilletas de papel,
y un dolor con vestido de entrecasa.
Sobre la misma mesa había
cuatro manos
dos pares con diez dedos
cada una,
una alianza de oro que brillaba
sobre la palma izquierda
del necio carcelero.
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