Limpia pule y da esplendor
Limpia,
pule y da esplendor
Limpia, pule y da esplendor.
Hay días para pulir cacharros
y hay días para pulir poemas.
Cuando una pule cacharros
lo hace por los demás,
para caerles bien por impoluta,
bonita ama de casa;
para que otros te digan que te quieren
cuando la grasa adhiere cobardía
al sucio maculado de cocina,
porque el olor propende a establecerse
convidado de piedra en un velorio
de casas de familia
y nadie más que vos podría hacerlo
porque no hay nadie más, en esta jaula.
Lo hace para afuera,
sin mérito ni gloria,
como esa obligación de polizonte
descubierto en corrillo clandestino,
con manos en la masa,
sin motivo,
a sabiendas del costo que le aguarda
por estar en el sitio equivocado.
Cuando una pule poemas
lo hace para una misma,
por las ganas
de limpiar por dentro la impureza,
restañar las heridas de la carne,
lamentarse,
lamerse
sublimarse,
saberse perdedora y alegrarse
de estar allí, absorta en sus ideas;
esplender con el brillo de las letras;
apaciguar el tedio, detonarlo;
sentir que en la batalla va ganando
ante el pringoso día que le toca
para encogerse de hombros
resignada
contra viento y marea.
Pero, yo no venía a decir esto.
La introducción quedó monstruosamente
larga.
No me puedo acordar qué plan tenía,
por donde iba a tirarles la chancleta
a los dueños del mundo y sus hechuras
que cobran por mentir y encadenarnos.
No puedo recordar lo que he pensado
metida entre esponjita y detergentes
fregando la marmita de dos asas
con tapa de cristal,
en un esmero triste de afán escrupuloso.
Era algo genial, estoy segura,
algo que nunca han dicho
los poetas del coro de las musas.
Comentarios
Publicar un comentario