El último poema
El
último poema
Este será mi último poema.
El último.
No el más reciente,
el que acabo de escribir esta mañana.
El último y definitivo poema de despedida.
Chau letras alineadas en renglones.
Chau, vida paralela,
callado bálsamo poético soñado entre
paredes
y hoscos ciclos urbanos de la calle.
Arrivederci,
teclas de remate.
C´est
fini.
Good
bye.
Cuando los sabios te dan la espalda,
los necios te desprecian,
y los poetas consagrados
te admiten en sus círculos
porque necesitan lectores entusiastas
pero piensan que tu obra es inservible,
la ignoran,
la rechazan,
la pasan por encima,
emulando un paisaje de fotograma ajado,
es hora de despertar del sueño
lírico y tenaz.
Dejar el verso para quien lo reclame
como una pertenencia ineludible.
Lo riegue y lo cultive.
Lo lama y lo venere.
Hora de irse a vivir en nuevos subterfugios
que oculten nuestro odioso pesimismo.
Olvidar las palabras necesarias
del mérito que exige ser poeta.
Olvidar que la sombra es atisbo de la noche
y el cuenco de la mano es una copa.
Los dedos se han cansado de ser dedos.
La vista pide a gritos, oculista.
Y conviene empezar
a mirar
a través del cristal de la ventana,
cómo lava la lluvia el balcón irredento.
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